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Foto © Bob Miller

Erupción en Fernandina: Un espectáculo fugaz, pero un proceso geológico recurrente

11 septiembre, 2017

Por Wacho Tapia, Director del Programa de Restauración de Tortugas Gigantes en Galápagos.

El 4 de septiembre al medio día, gracias a las redes sociales, pude enterarme que el volcán La Cumbre ubicado en la isla Fernandina entró en erupción. Las imágenes iniciales capturadas y compartidas por guías naturalistas que se encontraban cerca de la isla mostraban que había flujos piroclásticos descendiendo por la parte sur del volcán y así siguió hasta la noche del 5 de septiembre. 

Debido a reportes un poco contradictorios, la Dirección del Parque Nacional Galápagos (DPNG) me invitó a participar como miembro de un equipo técnico pequeño (3 personas) en un sobrevuelo, el jueves 7 de septiembre, para evaluar el proceso eruptivo.

Despegamos desde el aeropuerto de Baltra a las 10h30 en el pequeño hidroavión de la DPNG. Luego de 25 minutos de vuelo, atravesando la isla Isabela por sobre el Istmo de Perry, pudimos visualizar la isla Fernandina. Estaba despejada y a diferencia de lo que había tenido oportunidad de ver en las erupciones ocurrida en los últimos 20 años, a la distancia no se veía lava incandescente, ni siquiera una columna de humo volcánico. Esto nos llamó la atención. Aprovechando las buenas condiciones, avanzamos hacia el lugar donde era evidente que la vegetación se estaba quemando y veíamos algunos pequeños incendios, dos de ellos con llamas bastante altas debido a la densa vegetación presente, incluyendo árboles de Scalesia  microcephala. Todos estos incendios terminarán cuando toda la vegetación haga combustión, pues son parches de vegetación rodeados de flujos de lava sólida. Seguramente también unas pocas iguanas terrestres y quizás algunas aves, especialmente pichones, habrán muerto calcinados. Sin embargo, en lugares pristinos como Fernandina, a estos eventos no podemos llamarlos impactos sobre la biodiversidad, pues se trata de un proceso ecológico normal, en una isla volcánica aún en formación.

Lo más difícil fue determinar la ubicación del vento eruptivo, debido a que la erupción había terminado por el momento y que las pocas nubes sumadas a la acumulación del humo producido por los incendios dificultaron nuestra observación. Gracias a la pericia del piloto pudimos volar a solo 300 pies de altura sobre el borde del cráter en la parte sur-suroeste y constatar que el vento estuvo ubicado en su mayoría sobre el lugar donde fue el vento de la erupción del 2005. Esta vez ya no quedaba otra evidencia de la erupción que los nuevos flujos de lava negra y rápidamente solidificada y por supuesto un poco más abajo aproximadamente hasta los 800 msnm los pequeños incendios antes descritos.

Más que la erupción, lo más impresionante fue apreciar la hermosura de la caldera y la laguna en el fondo. No se evidenció ninguna actividad volcánica reciente ni tampoco ningún deslizamiento de material hacia el interior de la caldera, lo cual nos reconfirmó que la fugaz erupción, se restringió a un área no mayor a los 15 Km2, entre el área cubierta por la nueva lava y el área donde la vegetación se estaba quemando y no llegó al mar, por lo tanto los cambios en el ecosistema de la isla también se restringirán a esa área.

Gracias a la invitación de la DPNG, una vez más tuve la suerte de ser uno de los pocos testigos presenciales de la naturaleza en acción, recordando que todas las islas Galápagos son el producto de múltiples erupciones ocurridas en el pasado y que estas seguirán en el futuro.

By: Kimber Wukitsch

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