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Foto © Bob Miller

Desentrañando los misterios de las tortugas de Volcán Darwin, Parte I

25 noviembre, 2019

Por Wacho Tapia, Director del Programa de Restauración de Tortugas Gigantes en Galápagos.

No me considero un experto, soy solo un humilde Biólogo que con su trabajo intenta contribuir a la sostenibilidad de este mi hogar, el archipiélago de Galápagos. Pero en los últimos 10 años, se me ha vuelto una práctica común organizar y liderar grandes expediciones científicas. Tanto por el número de personas que participan, como por el área que en cada una se cubre, evidentemente en busca de tortugas gigantes. Sin embargo, algo que se había vuelto casi una utopía, debido a lo costoso, difícil del terreno y al muy poco conocimiento de la población de tortugas y del sitio en sí mismo, era el censo de tortugas gigantes en Volcán Darwin en el norte de la isla Isabela.

Desde mediados del siglo pasado, varios científicos por diferentes motivos habían visitado Volcán Darwin. Pero todos usando un mismo sendero (localmente conocido como pica) desde Tagus Cove hasta la cumbre. La razón por la que esto era así, es debido a lo difícil que resulta caminar entre vegetación densa y espinosa y campos de lava agreste. En los cuales en solo unas pocas horas de caminata, hasta las mejores, sofisticadas y más caras botas, terminan destruidas (INSERTAR FOTO botas destruidas). Sin contar con lo extenuante que para cualquier ser humano resulta trabajar en esas condiciones, soportando un inclemente sol ecuatorial y por si fuese poco invadidos de garrapatas.

El reto era trabajar en toda el área del volcán cubierta por cualquier tipo de vegetación y como tal con posibilidades de albergar tortugas. Así que para la planificación se recurrió a la invaluable ayuda de imágenes satelitales (insertar mapa con bloques) y fotografías aéreas, lo cual fue super útil para diseñar un plan, en teoría perfecto. Como suelen ser todos los planes en el papel.

Así entonces, luego de una intensa y bien detallada preparación, gracias a la ayuda de un helicóptero, 30 científicos y guardaparques dispuestos a dar nuestro mejor esfuerzo, nos desplegamos a lo largo y ancho del volcán. Una vez en los sitios cada grupo buscó el mejor lugar para establecer un improvisado campamento, el cual sería nuestro hogar por los próximos 10 días. Fue entonces, que cuando al pasar de la planificación a la realidad, en algunos casos nos encontramos con varias complejidades.

Por ejemplo, en mi caso llevado en parte por mi enorme curiosidad por explorar sitios nuevos, pero sobretodo con el propósito de estar en un sitio donde por su altura se suponía tendría comunicación (por radio) permanente con todos los grupos, elejí el cuadrante ubicado en la cumbre. El cual sobre el mapa se mostraba horizontalmente muy largo, pero a la vez verticalmente angosto. Sin embargo, el pequeño detalle que no tomamos en cuenta durante la planificación, fue que los mapas están hechos en solo dos dimensiones. Por lo que al llegar al sitio, nos encontramos que tanto horizontal como verticalmente era muy largo. De forma que no fue posible tener comunicación fluida con los grupos y no solo eso sino que tuvimos que a diario caminar en promedio 25 km, sobre campos de lava agreste y bosques de vegetación muy densa, pero además con pendientes muy pronunciadas.

No tener comunicación me tenía extremadamente tenso. Pues al no conocer el sitio y no saber que era lo que cada grupo se iba a encontar, me preocupaba que estaría pasando. No fue sino hasta el cuarto día, cuando tuvimos que hacer nuestro trabajo hacia el sur cuando logramos tener comunicación y nos enteramos por ejemplo; que el grupo asignado a una de las áreas más difíciles y donde se suponía habrían pocas tortugas, había encontrado tantas, que ya se les había acabado los microchips para marcación permanente. Trabajando con personas comunes eso habría significado paralizar el trabajo y el fracaso del censo. Sin embargo, la experticia y extrema capacidad física de los guardaparques, ya había salido a flote. Pues habiendo establecido comunicación con los otros grupos, coordinaron de tal forma que cual chasquis cruzando el “Camino del Inca” sin importar ni la distancia, ni lo difícil del terreno, menos aún el inclemente sol y la limitada cantidad de agua para hidratarse, recorrieron muchos kilómetros, para obtener microchips de aquellos grupos que no tenían muchas tortugas y así cumplir con los objetivos planteados.

No había visitado el volcán desde el 2002 cuando aún habían cabras por todo el volcán, y se notaba su presencia, no solo porque era fácil avistarlos sino porque la vegetación estaba completamente abierta debido a su voraz apetito. Lo que encontramos ahora, un poco más de 10 años después de su erradicación, fue un elixir para el alma; el ecosistema estaba recuperado, los bosques otra vez densos, como fueron antes de la invasión y todos los procesos ecológicos en pleno desarrollo.

Además de la esporádica presencia de garrapateros y gatos, ambas especies invasoras, lo único malo y feo durante esta expedición, fue a 1450 metros sobre el nivel del mar, en el sitio más alto del volcán, toparnos con la desagradable presencia de un globo, si están leyendo bien, un globo con forma de estrella, de estos que son inflados con helio y usados para fiestas. Nose si llegó hasta ahí desde alguno de los puertos poblados (el más cercano está a casi 100 km), o más probablemente desde alguna embarcación navegando en los alrededores y en la que celabraron una fiesta. Lo cierto es que fue una clara muestra de como los humanos podemos contaminar, aún sin visitar un sitio. Ojalá, los humanos cambiemos nuestras actitudes y comportamientos.

By: Kimber Wukitsch

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